Ese es el crudo análisis que hace el doctor en Ciencia Política y académico de la Universidad Católica,
a una semana de la elección donde se elegirá a quienes redactarán la nueva Constitución.
Pese a ello, ve alternativas que se podrían aplicar para así navegar hacia un camino exitoso.

Comparar procesos constitucionales del mundo. A eso se ha dedicado durante gran parte de su trayectoria académica el doctor en Ciencia Política Gabriel Negretto. Nació en Argentina, pero vive desde febrero de 2019 en Chile. Llegó en un momento atractivo para un académico que viene estudiando procesos políticos desde los 90, algo que ha reflejado en varios libros, cuatro sobre asambleas y convenciones que cambiaron cartas fundamentales.

Ha sido consultor de la ONU, Idea Internacional y el PNUD y actualmente es académico de la Universidad Católica y jefe del programa de doctorado del Instituto de Ciencia Política de esa casa de estudios. En esta entrevista, a una semana de las elecciones donde se elegirá a los 155 convencionales constituyentes, hace un análisis del debate actual, pone una voz de alerta sobre los tiempos que tiene la convención para escribir el nuevo texto constitucional y entrega su visión sobre cómo podría cambiar el presidencialismo chileno.

Hace algunas semanas publicó una columna en La Tercera donde alertaba que es muy difícil alcanzar los objetivos que se ha autoimpuesto el proceso constituyente chileno -un nuevo texto sin proyecto precedente, aprobar normas por un quórum de 2/3 y que haya participación ciudadana- en los nueve meses que establece la ley o incluso en un año si es que se prorrogan.

¿Por qué es tan difícil?

Es muy difícil lograr que la ciudadanía participe de manera exhaustiva en un proceso constituyente que está sujeto a un plazo tan perentorio como es el caso de Chile, y además obtener acuerdos con altos niveles de inclusión entre los representantes. Si al momento de sancionar el reglamento de la convención los delegados constituyentes establecen tiempos estrictos, una organización muy eficiente, no surgen diferencias importantes en temas que deban incluirse en la Constitución y además se estructura el proceso de participación de manera relativamente delimitada en ciertas etapas del proceso, sería posible alcanzar todos los objetivos. Pero la experiencia comparada indica que es muy improbable que esto ocurra. Es altamente improbable que se logren todos los objetivos del proceso constituyente en el plazo de un año. Es extremadamente complicado forjar consensos incluyentes entre los representantes y promover al mismo tiempo una participación ciudadana más o menos efectiva e intensa.

¿Qué sería una participación efectiva?

Me refiero a una participación en la que no solamente se involucre a la ciudadanía para darle legitimidad externa al proceso, sino que a ojos de los ciudadanos esta participación haya tenido una cierta causalidad, un cierto impacto en los resultados. Esto lleva tiempo. No es imposible, pero insisto, es altamente improbable. No ha habido en el mundo procesos en los que se requiera aprobar la Constitución por mayorías calificadas e involucrar a la ciudadanía que duren menos de dos años.

¿Qué tanto juega en contra la polarización -de la élite, de la ciudadanía o de ambos- en cumplir con estos objetivos?

Juega un papel fundamental. Este proceso surge de una desconfianza entrecruzada. Por un lado, entre las élites políticas, y por el otro lado, entre los ciudadanos y los representantes. Por ejemplo, la adopción de la regla de dos tercios, que fue un aspecto central del acuerdo de noviembre del 2019, refleja justamente un elemento de desconfianza entre los actores políticos en el sentido de que no haya mayorías que se impongan y que se busquen grandes consensos. Pero las reglas de mayoría calificada no funcionan mágicamente. En los procesos más exitosos que las han establecido, fueron un reflejo de acuerdos previos más que una condición para que estos se produzcan. En Chile estos acuerdos sustantivos no existían previamente. Para que esta regla funcione y funcione sin problemas, se requiere que se trabaje sobre acuerdos, aunque sea mínimos, de fondo. A esto se agrega que no ha habido hasta ahora un debate público importante acerca de los contenidos de la nueva Constitución.

¿Y por qué cree que no ha ocurrido eso?

Las posiciones de las fuerzas políticas respecto de la futura Constitución se pueden prever en términos generales, por ejemplo, entre sectores de izquierda y derecha. Sin embargo, no hay hasta ahora un debate público concreto e informativo. Por esta razón, creo que los votantes hoy en día, a pesar de que se ha establecido una convención que va a ser electa especialmente para elaborar una nueva Constitución, no van a elegir delegados en base a proyectos de reforma. Van a ser elegidos de una manera muy similar a la que se eligieron miembros de Congresos pasados, de acuerdo a ideología, identidad partidaria o intereses, pero no en base a propuestas concretas de cambio constitucional, porque este debate ha sido muy pobre.

Fuente: La Tercera

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